Una beatnik a destiempo

1.- Los Setentas

El viento aumentaba, a cada respiro el viento otoñezco soplaba
con más fuerza. Los árboles arrastraban sus ramas hasta un
peligroso punto. Era Tijuana y el año - 1973. La Sociedad
Comunista discutía algunos planes.
-Básicamente yo creo, que la Comuna de París falló bajo medidas
equívocas tomadas por Rosa Luxemburgo y creo que la única salida
posible de este régimen charrista es un trotskismo radical.-

La mujer estaba cansada de ver tanta estupidez y de oír demasiada
insensatez. El régimen stalinista solo trajo miseria y estas
aburridas reuniones ya solo le provocaban bostezos. Ella había
participado en el movimiento estudiantil del 68, ella cargó uno
de esos botecitos para juntar dinero. "La causa debe seguir"
creía. Ahora ya todo estaba muerto.

Mientras se discutían algunos puntos estratégicos, Gisela pudo
observar como algunos de los miembros preparaban cínicamente en
esa sala, sus cigarros de marihuana, sus churros. Gisela veía
como los fumaban con desesperación, mientras Carrillo discutía
con Jaime sobre el patriarcado mexicano. Al fondo, Víctor Jara
sonaba con sus corridos de protesta.
-Ya quiero irme.- dijo Gisela a su joven marido.

Más ella no era nadie o "solo una burguesita más" como le dijo
Concha durante una reunión del Comité Central. Gisela estaba
cansada de tanta falsedad, ya había vivido el 68 con intensidad,
cargó muertos en la oscuridad lluviosa de Tlatelolco y golpeó con
barrotes a granaderos en el Zócalo. Estaba cansada. Vivió el
Verano del Amor en San Francisco, vió como Stevie (su ex-novio)
perdió la cabeza en LSD. "Es solo un agente de Dios" decía Stevie
cada vez que lo usaba. Estaba harta. Visitó War-Houses cuando la
guerra de Vietnam y sufrió las consecuencias de ver regresar a
compañeros de la secundaria sin una pierna, sin un brazo; vió
regresar dementes a mexicanos que peleaban una guerra que no les
correspondía y todo por vivir el American Way of Life. Probó el
LSD de Timothy Leary y fumó marihuana en un concierto de los
Rockin Devils; todo lo vivió con intensidad. Leyó con profundidad
a Sartre y siguió con detenimiento la vida de Jack Kerouac. Logró
salir del juego, vió al hippismo lentamente convertirse en simple
hedonismo; ahora ya no tenía tiempo para perder en absurdas
reuniones.
-Vámonos.- dijo a Jaime (su joven esposo).
-Espera un momento, ¿Qué no ves que discuto con Carrillo, los
versos de Ezra Pound?-

"Ella solo era una burguesita más." Su único escape o encuentro
con la verdad era el Hatha yoga. No perdía el tiempo fumando
hierba y repartiendo volantes, o creyendo en la literatura de
clases sociales mientras se vivía un sucio juego. "Ella solo era
una burguesita más." Tomó un disco de los Beatles y comenzó a
bailar como lo hicieron sus contemporáneos. Las ratas feministas
la miraron con desprecio.
-¡Que vergüenza, la Peque-burguesita baila como un objeto
sexual!- dijo Concha refiriéndose a Gisela.
Y Martha le recalcó a Jaime:
-Tu novia se cree beatnik, más nunca tendrá la esencia que
nosotras poseemos.-

Ellas ahora son señoras tontas de institución o conformistas amas
de casa, pero entonces se creían Simone De Beauvoir. Confundieron
la lucha.

Después de 2 horas, Gisela logró que Jaime le hiciera caso y al
salir del local, Jaime le reprochó con dureza:
-¡Eres una tontita! ¿Qué no viste que platicaba con Carrillo?
Deberías ser como las compañeras, ¡ellas sí que tienen conciencia
de clases! En cambio tú no eres más que una burguesita que compra
su ropa hippie en Miller's Outpost y The Gap. ¡Así nunca serás
una digna seguidora de Beauvoir!-
-Fuck off!- pensó Gisela, pensó que las compañeras no eran nada
y también que tal vez Jaime tenía razón. El amor la tenía cegada;
una gota cruzó su cara. Rápidamente la borró por temor a que
Jaime se la reprochara. Más tarde se metieron a un cine y vieron
una película de Roman Polanski. Aún eran jóvenes.


2.- Otro Fraude Electoral

Ella amaba a Jaime y no hacía otra cosa que soñar con él.
Retrospectivamente reconoce que eso fue lo único que le inspiró
deseo para continuar viviendo. Ya pasaron muchos años desde que
eso ocurrió, pero Gisela aún recuerda el tiroteo diario de los
fusilamientos y el sabor del agua clorificada donde la
sumergieron repetidamente.
-¿Dónde están las armas?- decía una voz judicial.
-No hay armas, esta es una revolución ideológica.- Contestaba
Gisela.

Y a través del agua, oía como golpeaban la cara de Cristina.
Pregunta tras pregunta, Gisela era introducida a un pequeño mundo
que la ahogaba. Una cubeta puede ser mortal y Gisela hubiera
querido escupir la cara de ese ser militarizado. Nunca lo hizo.
El Zen le abrió otros caminos, otras puertas; ahí descubrió que
la violencia solo engendra más violencia.

El presidente municipal había preparado el complot, el Comité
Central lo sabía. Un verano oscuro merodeaba la avenida
Revolución; sus bares tocaban toda la chatarra post-hippie y los
agentes secretos resguardaban a los ciudadanos, del peligroso
hampa; los agentes cuidaban que los narcotraficantes no vendieran
mercancía a personas equivocadas. El arte de lavar dinero
mostraba progreso y ejercía el respeto de los turistas. El
presidente municipal y sus nuevos diputados festejaban el
triunfo. Las urnas estaban seguras y muy bien alteradas. Nadie
lo descubriría y el poder lo mantendría Gonzales y el partido
eterno. Un diputado acariciaba con dureza los senos de una
mulata, mientras el presidente municipal se preparaba para los
encantos de Silvia "La Cachonda." La parte trasera de un bar, era
perfecta para la celebración; los guarda espaldas inhalaban
cocaína y la música ranchera brotaba de las bocinas.
Gisela se escondía en un rincón, aguardaba el momento de disparar
el obturador de su Nikkormat; el lente era un 55 mm, con una
graduación f1.2 y creo que el asa era de 800. Las fotos de la
urna salieron bien. Todo estaba bajo control, pero Cristina y su
feminismo malentendido intentaron delatar al poder. Cristina
intentó emancipar a las prostitutas, de la vida que a través de
sus elecciones ellas habían escogido. Cristina no pudo soportar
la humillación orgiástica que vivían las muchachas y quizo
fotográficamente exponer a los líderes del pueblo. No lo logró,
y aún cuando lo hubiera hecho, corría el riesgo de ser acusada
de haber montado la fotografía e incluso el negativo. La gente
es perversa.

La revolución llegó a un fin. Cristina y Gisela fueron detenidas.
La búsqueda comenzó al día siguiente. Jaime lloró en
desesperación. Movió tapetes, recolectó firmas, organizó marchas.
Nada funcionó. El, y los hermanos de Gisela salieron a buscarla
por las calles de la ciudad. Todos imaginaban donde podía estar
("con el poder no se juega"), pero nunca la creyeron refundida
en la penitenciaría estatal de Tijuana. Simplemente no querían
encarar el hecho de que ella hubiera caído en manos peligrosas.
Ahí dentro, ella recibió manjares como electrocutación, golpes,
sumersión en agua, disparos de pistola que no daban en el blanco
y que solo alteraban su sistema nervioso. Fué cruel, hasta que
un juez la reconoció como amiga de un hijo suyo, fué entonces
cuando los agentes la soltaron y abandonaron cerca de un poblado
en la Sierra Madre Occidental (que por cierto queda muy lejos de
Tijuana). Gisela nunca supo donde estuvo, ni con quien
exactamente. Conoció a los responsables de su secuestro, mas su
mente ya había deformado sus apariencias entre tantas pesadillas
y ya no había manera de reconocerlos o de comprobar que ellos
fueran.

De Cristina nunca nadie volvió a saber nada, hasta la fecha se
han efectuado muchas marchas y peticiones para saber donde se
encuentra su cuerpo. Nadie sabe nada (claro que nadie sabe nada)
y lo peor no es imaginar que se encuentre muerta, sino que se
encuentre viva. Lo peor es imaginar las atrocidades que hicieron
o hacen con ella, imaginar cómo la golpean y con qué aparatos la
torturan, cómo la fuerzan a trabajar arduamente en el mediodía
desértico de alguna sierra; imaginar los experimentos químicos
o genéticos que hicieron con ella, las hambres que pasa, las
drogas que involuntariamente usó y los malos viajes que le
causaron, y las veces que seguramente fue violada por
innumerables presos peligrosos con enfermedades venereas o por
agentes de gobierno. O simplemente suponer que ahora forma parte
de la amplia red de espionaje de nuestro gobierno.

Gisela no fue violada. Gisela tuvo suerte. Gisela ya no quizo
saber más de los líderes de izquierda que ahora son funcionarios
de gobierno corruptos. Gisela descubrió muchos espías que
formaban parte en las filas comunistas, como una etapa de prueba.
El gobierno tiene la última palabra. El fabrica la droga y
permite que la venda algún personaje, y cuando el personaje gana
poder para independizarse: lo elimina. Gisela descubrió el
inmenso amor que sentía por papá y su prosa poética. Nunca más
quizo saber de un mitin, ahora solo se interesó en observar
girasoles y en esperar la puesta de Sol en Villa Italiana, Baja
Mar o Playa Encantada. El problema era que papá solo había vivido
la angustia de no saber de ella, en cambio ella sintió el
malestar de no comer en días enteros. No pasó mucho tiempo para
que Jaime y Gisela olvidaran desilusionados al partido. Gisela
embarazó algunas veces, solo para igualmente abortar. Luego de
intentar la concepción un par de veces, nací yo. Su vida cambió
rotundamente y la mía apenas inició. Un sin-fín de posibilidades
se abrió ante ellos. La verdadera vida familiar comenzó ahí.
Gisela se convirtió en una mamá hippie de la era de Acuario y
Jaime en un papá rojo de la misma era. Todo comenzó para mí, el
año en que hubo mas bebitos-accidente en la historia del Planeta
Tierra y creo tener la certeza de no formar parte dellos, sino
al contrario, de ser un vivo ejemplo del deseo de crear un nuevo
ser. Un período de felicidad invadió a Jaime y a Gisela. Ahora
ya todo es diferente, los noventas están aquí.




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